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¿Confías o desconfías?
Nadina Rivas
febrero 10, 2020

¿Sueles confiar en las personas con las que te relacionas? O ¿has sufrido muchas decepciones en el pasado y decidiste clausurar la habitación donde habita la confianza?

En mi caso siento que, por naturaleza, soy una persona que confía.
Me han pasado cosas desagradables.
Pero nunca he podido cerrar la habitación de la confianza.
Ella me acompaña y la entrego relativamente fácil a otros.

Durante algún tiempo pensé que ese exceso de confianza era una debilidad de mi parte. Me decía constantemente que debía cerrarme más, ser más precavida, pero nunca pude. Y si bien puedo confiar de forma natural en otros, suelo cuidar y establecer algunas reglas que a veces las digo abiertamente y muchas otras se quedan como acuerdos conmigo misma.

En la vida tenemos dos grandes rutas. Una, es quedarnos quietas. Presas del miedo. De la desconfianza. La otra, abrirnos a la vida. Confiar. Creer que el Universo es basto y tiene para todos.

 

Y es acerca de cómo cuidar y comunicar la confianza que te escribo en esta ocasión.

Fundamento de una comunicación efectiva

Existen dos elementos fundamentales para desarrollar una comunicación efectiva, y uno de ellos es la confianza. Reflexiona por un momento, ¿Qué clase de relación –de pareja, de negocios, profesional, familiar o de amistad—puedes construir sino confías? Imagina las características de una relación en la que no hay confianza: duda, recelo, preocupación, estrés, pobre comunicación, cero reglas claras, cero visiones compartidas. Difícil, ¿no crees?

Te propongo algunos elementos que podrían ayudarte a cuidarla y cultivarla:

  1. Evalúa de qué forma te abres o te cierras con tu habilidad para confiar. Cuando no confiamos nos amargamos y sufrimos mucho porque imagínate lo triste que es experimentar desconfianza con quienes se encuentran cerca de ti, tu familia, tus compañeros de trabajo, tus amigos. Cerrarse a confiar no es saludable para ningún ser humano, puesto que somos seres sociales que nos desarrollamos mejor cuando estamos en grupo. El punto es que te conectes contigo y evalúes íntimamente qué tan cómoda te sientes con el nivel de confianza que entregas a otros. ¿Das mucha o poca confianza? ¿estás abierta a confiar o te cierras a esa posibilidad? ¿confías o desconfías en base a eventos del pasado que te marcaron?¿cómo podrías sanar esas malas experiencias y empezar a confiar poco a poco?
  2. Establece reglas claras del juego de la confianza. ¿Has observado que la vida es una serie de juegos en los que damos y recibimos y en la medida que ese dar y recibir está equilibrado somos más felices? Pues lo mismo sucede con la habilidad de confiar. Es importante que tengas claridad de en cuáles contextos, con cuáles personas y en cuáles condiciones aumentas, mantienes o reduces la confianza. La vida como el juego requiere de reglas claras para que sea más sencillo relacionarnos, respetarnos, confiar y para que nuestra comunicación tenga impacto.
  3. Comunica claramente tus reglas y también escucha y atiende las reglas de los demás para equilibrar de mejor forma tus relaciones.
  4. Revisa tus reglas del juego continuamente y evalúa si la confianza que entregas está siendo respetada y valorada de la misma manera que tu lo haces, o si eres tu quien no estás devolviendo con la misma intensidad la confianza que otros te entregan. Busca constantemente nuevos y mejores acuerdos, actualiza tus reglas.
  5. Mantente dispuesta a perdonar los errores contigo misma y con los demás en el juego de la confianza.

Establecemos contratos al comprar o alquilar una casa, al iniciar un nuevo trabajo o comprar un producto, al iniciar un negocio. ¿Por qué no habríamos de utilizar las mismas prácticas con nuestras relaciones más importantes, más cercanas, más significativas?

Piénsalo.
Te invito a que lo evalúes.
También a que, desde un lugar de poder personal y autoridad interior, le pongas y le quites a estos elementos y que utilices solo lo que a ti te resuena, lo demás déjalo pasar.

En la vida tenemos dos grandes rutas.
Una, es quedarnos quietas. Presas del miedo. De la desconfianza. Sin conectar.
La otra, abrirnos a la vida. Confiar. Creer que el Universo es basto y tiene para todos. Y cuidarnos en el proceso. Decidir hasta dónde nos permitimos experimentar vulnerabilidad, apertura y ensayar.
Y, sobre todo, aceptar que nos podemos equivocar y no castigarnos por eso.
Y reconocer que cada nueva experiencia –alegre o triste—nos deja enseñanzas que solo si estamos conscientes podremos ver, atesorar y aprender para mejorar nuestras relaciones.

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