El Dr. Gabor Maté, experto en trauma, estrés y expresión emocional, nos ofrece una idea contracorriente para gestionar nuestras emociones y nuestra salud.
En su libro “Cuando el cuerpo dice NO”, Maté presenta historias e investigaciones que demuestran el vínculo que existe entre estrés y enfermedad unido a la represión emocional que tiene impactos en nuestro sistema de respuesta a la enfermedad.
Maté señala que “los centros emocionales del cerebro influyen profundamente sobre los procesos neurológicos y hormonales de la respuesta al estrés… la represión de emociones negativas —por ejemplo el dolor, la ira…— es una fuente crónica y significativa de estrés dañino.
En la actualidad, presenciamos una corriente muy fuerte que nos invita a cultivar únicamente pensamientos “positivos” (Yo puedo, esto no me afectará, se admiten solo vibras positivas), y esa tendencia nos lleva a excluir partes importantes de nuestra realidad completa porque nos resultan “negativas”, pero el autor confirma que “un pensamiento positivo genuino, comienza por incluir toda nuestra realidad”.
El autor indica que “el optimismo compulsivo es una de las maneras de reprimir nuestra ansiedad y evitar enfrentarnos a ella.” Y a manera de broma —en serio— nos invita a reconocer el “poder del pensamiento negativo.”
Todas las personas hemos sufrido, mucho o poco, en nuestras infancias. Nuestros padres o cuidadores no fueron perfectos, nadie lo es; por lo tanto es importante que reconozcamos que aunque nos amaron también se equivocaron, y esas equivocaciones nos hicieron sufrir de pequeñas, ya que nuestra mente, en pleno desarrollo, no podía procesar las acciones de los adultos separando el amor hacia nuestros padres de sus acciones erradas.
Un pensamiento positivo genuino, comienza por incluir toda nuestra realidad”. Dr. Gabor Maté.
Lo que percibimos fueron sus comportamientos y sus palabras que pudieron hacernos daño. Y esas percepciones se quedaron grabadas en el inconsciente que dirige nuestros comportamientos.
Maté advierte que “si bien un niño pequeño puede no ser cognitivamente (conocer o entender) consciente de la vergüenza familiar, emocionalmente absorbe todas las vibraciones psíquicas negativas del sistema familiar estresado. La defensa más accesible a su cerebro es un apagón emocional, una desconexión de la realidad.”
Una niña o niño, utiliza ciertos mecanismos de protección como la desconexión emocional, el perfeccionismo, la búsqueda de control como una forma de experimentar seguridad. De pequeños esas y otras estrategias le facilitan atravesar una situación difícil como la pérdida temprana de un ser querido, un terremoto, la violencia (verbal, física o sexual) a manos de personas cercanas o desconocidos.
Impacto de la infancia en la vida adulta
El problema es que al crecer continuamos utilizando esos mecanismos y se vuelven parte fundamental de nuestra forma de responder a la vida y a nuestras relaciones; cuando lo más conveniente serían otros caminos maduros y funcionales que nos permitirían enfrentar los desafíos.
Existen infinidad de estudios, investigaciones, y libros que nos muestran la relación entre esos micro y macrotraumas en la infancia y ciertas enfermedades como el cáncer, la diabetes o padecimientos autoinmunes como la Fibromialgia.
Ahora sabemos que el estrés crónico daña nuestros tejidos y sistemas del cuerpo, y cada vez más los médicos nos preguntan acerca de nuestros niveles de estrés en relación con las enfermedades.
Maté nos invita a que frente a un diagnóstico respondamos a una pregunta doble:
¿Qué me está diciendo esta enfermedad sobre el pasado y el presente, y a que me ayudará en el futuro?
Maté concluye que para sanar “es esencial reunir las fuerzas para pensar negativamente. El pensamiento negativo no es solo una mirada triste y pesimista que se presenta como “realismo”. Constituye, mas bien, la voluntad de pensar en aquello que no funciona.”
El científico nos regala las siguientes preguntas frente a una enfermedad:
- ¿Qué está desequilibrado?
- ¿Qué he ignorado?
- ¿A qué le está diciendo mi cuerpo que NO?
Sin estas preguntas, dice el autor, “las tensiones responsables de nuestra falta de equilibrio, permanecerán ocultas”
¿Expresión saludable de la ira?
Sé que te estarás preguntando si es necesario expresar la frustración, la ira, el enojo acumulado, y seguramente ese solo pensamiento te genera miedo, porque hemos aprendido a evadirnos de lo que sentimos o evitar esas conversaciones difíciles con esas relaciones importantes. Maté ofrece una respuesta al temor de expresar emociones complejas; y es la expresión de la IRA SALUDABLE.
El asunto es complejo, y Maté reconoce que la mayoría de personas se sentirán confundidas porque “si la expresión de la ira es dañina, así como su represión, ¿cómo podemos alcanzar la salud y la curación?”
El punto es que para expresar ira, enojo, frustración, no es necesario utilizar la violencia ni una expresión descontrolada de esas emociones que están cargadas de alta energía. Precisamente, esa forma descontrolada de exteriorizar lo que sentimos es lo que está en la raíz de la enfermedad.
El problema no son las emociones complejas, porque para expresarlas NO es necesario utilizar violencia. Lamentablemente, hemos asociado ira con violencia, y no son lo mismo.
La ira es una emoción que tiene una alta energía de movilización, porque nos prepara para actuar frente a lo que percibimos como una amenaza.
Imagina una niña que sufre y observa violencia verbal y física en su casa, y que como estrategia de protección grita y golpea para defenderse. Si esa situación se mantiene durante mucho tiempo, ese mecanismo de respuesta se convertirá en la forma en cómo ella aprende a resolver conflictos; y así crecerá y llevará a su vida de adulta esos comportamientos. Lo que seguramente le provocará problemas en sus relaciones, porque cualquier dificultad o cuestionamiento dirigido a ella o a su trabajo, se lo tomará como una amenaza, entonces activará inmediatamente esa respuesta “natural” para ella con la que creció y aprendió a relacionarse: gritos, malas caras, o incluso desconexión.
Ese estrés constante que vivió esa niña, ahora convertida en adulta, desgastará su sistema inmune, debilitando los mecanismos que le permiten a un cuerpo saludable responder a las enfermedades. Y si ella no se hace consciente de su historia pasada, como un elemento que impacta en su cuerpo y en su salud, difícilmente logrará relaciones estables y tampoco podrá responder eficazmente a las enfermedades.
Lo hemos visto con el Coronavirus, un cuerpo saludable responde mejor a la enfermedad, se recupera más rápido y sale adelante a pesar de la letalidad que el virus tuvo al inicio.
Biología de las creencias
Esa niña que creció en un hogar violento, ahora que es adulta continúa creyendo, profundamente y de forma inconsciente, que “las relaciones son peligrosas”, esos son los lentes a través de los que mira al mundo. Esa creencia, inconsciente, rige su vida y sus relaciones. Si ella no la hace consciente y reconoce su origen, difícilmente podrá cambiarla y estará auto provocándose altas dosis de estrés cada vez que se encuentre en una relación, laboral o personal. Pensará que no puede confiar, que la abandonarán, o la maltratarán; y con esos pensamientos permanecerá en alerta; enviando señales a su cuerpo e inundándolo de la hormona que activa el mecanismo de respuesta del estrés (cortisol).
Esta hormona, para ser justas, no es dañina, al igual que el estrés. Ambas tienen una función para ayudarnos a sobrevivir.
Según la Dra. Marian Rojas Estapé la utilidad del cortisol “reside en que nos ayuda a hacer frente a los desafíos, a los retos y a las amenazas… además ayuda a que el oxígeno, la glucosa y los ácidos grasos cumplan sus respectivas funciones musculares… se libera más al despertarse, lo que resulta en cierto modo beneficioso para activarnos por las mañanas.”
El problema con esta hormona no es ella, sino el exceso que, a causa de nuestras creencias y desafíos diarios, se genera dañando, con el tiempo, las respuestas que ofrece nuestro cuerpo la enfermedad.
“Un factor importante en la génesis de muchas enfermedades es una sobrecarga de estrés provocada por creencias inconscientes”. Dr. Gabor Maté
Nuestras creencias profundas e inconscientes, nos gobiernan. Estas se crean en la infancia. Al respecto Maté señala que necesitamos estar conscientes de que “la mayoría de los padres/madres sienten amor incondicional hacia sus hijos, y es lo que esperan transmitirles.” Sin embargo, son las percepciones inconscientes que nos hacemos de pequeñas que, de acuerdo al autor, se quedan “incrustadas a nivel celular”, y que, a través de los años, “constituyen la biología de las creencias que gobierna una parte muy importante de lo que sentimos y hacemos, y de nuestras reacciones a los acontecimientos”, concluye.
Maté cree en el potencial infinito de los humanos para revertir esas creencias dañinas, a pesar de que están profundamente arraigadas. A continuación te comparto 8 creencias que nos afectan y que Maté trata en su libro:
- Debo ser fuerte.
- No está bien que me enfade.
- Si me enfado, no me querrán.
- Soy responsable del mundo entero.
- Puedo con todo.
- No soy deseada, no soy querida.
- No existo a menos que haga algo. Debo justificar mi existencia.
- Necesito estar muy enferma para merecer que cuiden de mí.
El autor señala que para curarnos es importante hacernos conscientes de nuestro pasado y es “esencial comenzar la tarea dolorosamente progresiva de revertir la biología de la creencia que adoptamos a muy temprana edad.”
“Sea cual sea el tratamiento externo recibido, el verdadero agente curativo reside en nuestro interior. El medio interno debe cambiar. Hallar la salud, y hacerlo plenamente, requiere de una búsqueda, un viaje al centro de nuestra propia biología de la creencia. Eso significa repensar y reconocer —re-conocer: literalmente, “conocer de nuevo”— nuestras vidas”. Dr. Gabor Maté.
Las pautas de la curación
En su libro, el autor, nos plantea también 7 pautas de la curación y señala que la competencia emocional, “la capacidad que nos permite relacionarnos con nuestro entorno de manera responsable, no victimizada ni autolesiva, es el terreno necesario para encarar las tensiones inevitables de la vida, para evitar la creación de otras innecesarias y profundizar en el proceso curativo.”
Quizás, a pesar de ser adultos, no tengamos esas capacidades tan desarrolladas, pero eso no es motivo de culpa o vergüenza. Lo verdaderamente importante es reconocer que podemos hacerlo y que nunca es tarde.
1.Aceptación
Aceptar las cosas como son y eso no significa resignarse, sino reconocer y entender. Implica una relación compasiva con una misma.
2.Conciencia
Para percibir las palabras y las emociones propias y del entorno. Es lo que nos facilita ser integrales y saber cómo responder a cada situación cultivando la lealtad a nosotras mismas, a lo que valoramos y verdaderamente deseamos. Es no abandonarnos solo por pertenecer a un grupo o a una persona. Es reconocer nuestros estados internos y aprender a confiar en esas percepciones: ¿Cómo me siento? ¿Cuál es el tono de voz? ¿Qué experimento en esta situación o con esta persona?
3.Ira
La represión de la ira es un importante factor de riesgo para el desarrollo de la enfermedad, porque aumenta el estrés fisiológico del organismo. Necesitamos reconocer esta emoción, aprender a sentirla y a no expresarla desenfrenadamente. Para ello necesitamos inteligencia emocional y una conexión íntima con nosotras mismas. Aprender a comunicarnos hacia dentro y a expresar lo que sentimos aunque sea doloroso.
La ira, señala el Dr. Kalpin, “es un ejercicio de empoderamiento y relajación. La verdadera experiencia de la ira es una experiencia fisiológica sin sobreactuación. Es la de una fuerza que recorre nuestro sistema, junto con una movilización para atacar. Se da, simultáneamente, una total desaparición de cualquier ansiedad”.
La ira saludable pone al individuo, y no a la emoción incontrolada, al mando.
La diferencia entre la energía saludable de la ira y la energía dañina de la violencia emocional y física, es que la ira respeta los límites. Dar un paso al frente por uno mismo no invade los límites de nadie más.
4.Autonomía
El verdadero objetivo supremo de la naturaleza es la creación de una psique autónoma y autorregulada. “La mente y el espíritu pueden sobrevivir a graves lesiones físicas, pero una y otra vez comprobamos que el cuerpo físico empieza a sucumbir cuando la integridad y la libertad psíquicas se ven amenazadas. Los límites y la autonomía son esenciales para la salud. Experimentamos la vida a través de nuestros cuerpos. Si no somos capaces de verbalizar nuestra experiencia vital, nuestros cuerpos expresan aquello que nuestras mentes y bocas dejan de expresar.” Dra. Joann Peterson.
“La autonomía es el desarrollo de ese centro de control interno.” Gabor Maté.
5.Apego
“El apego es nuestra conexión con el mundo. Debajo de toda nuestra ira yace una necesidad profundamente frustrada de contacto mínimo. La curación requiere y a la vez implica recuperar la vulnerabilidad que nos llevó a desconectarnos emocionalmente.” concluye Maté.
6.Aseveración
Es una autodeclaración más profunda que la autonomía. Es la proclama de nuestro ser, una valoración positiva de nosotros mismos al margen de nuestra historia, personalidad, habilidades o las percepciones que el mundo tiene de nosotros.
7.Afirmación
Es afirmar nuestra valía solo por el hecho de existir. Maté señala que hay dos valores fundamentales que nos ayudan. El primero, es reconocer nuestro ser creativo, nuestra capacidad de dar vida a lo que deseamos y soñamos. Y el segundo, es reconocer nuestra conexión con el todo, con lo que nos rodea lo podamos ver o no. Es sentirnos parte de algo más grande que nosotros. Es descubrir la conexión con lo material, lo físico, lo espiritual.
Una frase que leí en el libro que lo representa de forma simple y profunda para mi es: “Tu eres el altar”.
Maté cierra diciendo que “la salud descansa sobre tres pilares: el cuerpo, la psique y la conexión espiritual. Ignorar cualquiera de ellos es invitar al desequilibrio y la enfermedad”.
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