De acuerdo a la psiquiatra Marian Rojas Estapé la voz interior se forma principalmente en la infancia y se basa en cómo nos tratan y nos hablan nuestras figuras de apego (papá, mamá, cuidadores). Este proceso de “grabación” que vivimos durante la infancia se convierte en nuestra voz interior en la edad adulta.
Esa voz, según Marian, se forma de la siguiente manera:
- El primer 50% (0-6 años): cómo nos hablaron nuestros padres, cuidadores o figuras de apego, de cómo se hablaban y se comportaban entre ellos y cómo hablaban de nosotras.
- El segundo 50% (6-12 años y hacia adelante): cómo nos habla y nos trata nuestro entorno.
De esas vivencias, que llegan de fuera de nosotras y con las que crecemos, le damos vida a nuestra voz interior, que es la base de nuestra autoestima (cómo nos tratamos a nosotras mismas) y de la seguridad que tenemos para tomar decisiones.
Tanto la autoestima como la seguridad se expresan concretamente en nuestros comportamientos. Y ese trío, se convierten en nuestros cimientos emocionales; que, según la Dra. Rojas Estapé, “son las bases con las que crecemos, y es la zona de la mente que hará que detectemos como buenas o malas cosas que posteriormente nos sucedan en la edad adulta”.
Todas tenemos una historia personal, familiar y colectiva. Y esas vivencias le han dado forma a quien somos en el presente.
Liderar tu voz, liderar tu vida.
Autoliderarse empieza por conocerte profundamente y, sobre todo, aceptar que llevas dentro de ti muchas voces que no necesariamente son tuyas, sino que representan el reflejo o la grabación de lo que escuchamos y vimos en casa, en la escuela, con nuestros amigos y en la sociedad en la que crecimos.
Cuando lideras tu voz consigues:
- Fortalecer la relación contigo misma.
- Mejorar la relación con las personas más importantes para ti, tanto en lo personal como en lo profesional.
- Identificar ideas, creencias, o discursos que aprendiste y que bloquean el pleno desarrollo que te mereces.
- Incorporar, a tu voz interior, nuevas ideas y creencias que te fortalecen y te acompañan a enfrentar tus desafíos más importantes.
Hacer el trabajo para liderar tu voz tiene varios componentes y fases.
Primero, pasa por reconocer tus valores, los talentos que aportas a tu entorno, y el mapa de tus creencias sobre ti misma y sobre tu contexto. Además, incluye una alineación de esa voz interna con tus comportamientos. Es decir, DECIDES quién eres hoy y en quién te quieres convertir, y cómo eliminas, incorporas o editas las creencias a través de las cuales vivirás la relación contigo misma y con las personas más relevantes.
Por ejemplo, si una persona declara que uno de sus valores fundamentales es que “la familia es primero”, pero sus comportamientos demuestran lo contrario, porque pasa la mayor parte del tiempo en el trabajo y los pocos momentos que dedica a su familia está conectado al móvil; puedes darte cuenta que lo que dice no concuerda con lo que hace.
Te cuento mi ejemplo. Uno de mis valores fundamentales es la libertad, que para mí significa perseguir mis sueños y proyectos, siendo responsable de lo que pongo en el entorno, porque no busco libertad para hacer lo que me da la gana, sino para darle rienda suelta a mi creatividad.
Cuando reconocí ese valor y esa necesidad de expresión que tengo, empecé a buscar más libertad.
Primero, emprendí buscando gestionar mi tiempo y mis proyectos de acuerdo a mis necesidades y sueños.
Segundo, decidí estudiar y prepararme para acercarme más a esa necesidad de trabajar a fondo con las personas.
Tercero, volví a emprender y esta vez pude alinear lo que hago como profesional con mis valores personales más profundos; ya que para mí lo personal y lo profesional son inseparables.
Esa es mi visión, y aunque no la vivo a la perfección, porque la vida es proceso y los patrones aprendidos en la infancia no se cambian mágicamente, ni de la noche a la mañana, sé que estoy en la ruta que he definido para mí como una mujer adulta.
Todas venimos de una crianza patriarcal, unas más que otras, en donde no se podía cuestionar a la autoridad (mamá, papá, abuelos, profesoras, jefes, etc.), y en donde se nos dictaron una serie de comportamientos que debíamos cumplir a toda costa: ser buenas hijas, buenas alumnas, casarnos, tener hijos, conseguir buenos empleos, tener más hijos, seguir trabajando, etc. En conclusión, la tarea era permanecer obedientes a “lo tradicional”.
Esa “obediencia”, no deja espacio para más, bloqueando nuestras ideas y deseos.
Pero crecemos y maduramos. Muchas, como yo, experimentamos vacíos, deseos, ideas, y aunque cuesta romper con la educación y la programación recibida para abrir espacio a esas otras formas de ser en el mundo, estas no dejan de vibrar y respirar dentro de cada una de nosotras.
Y como adultas, es fundamental reconocer que tenemos el poder de decidir si continuamos con la receta que se nos entregó al nacer, o la afinamos, o simplemente la cambiamos por completo.
El juego de ser adulta
Ser adulta es, precisamente, reflexionar acerca de las cartas marcadas que nos entregaron y reconocer que podemos devolver esas cartas y crear unas nuevas. Y que no es necesario que nadie nos las dé, ni nos de permiso para obtenerlas.
Definitivamente es un juego que puede generar temor, y por eso es importante entender y aclarar qué es exactamente lo que queremos o cuáles serían esos nuevos caminos que nos llaman la atención, y que, además, se sienten bien.
Y para eso es estratégico liderar tu voz. Eso significa, reconocer y ajustar tu identidad (quién decides ser hoy) a tus deseos y propósitos presentes, que estarán guiados por tu propia determinación, y no por lo que otros pensaron, piensan o esperan de ti.