Tengo una amiga muy querida que está viviendo un proceso de enfermedad-sanidad, bien difícil. Una operación radical y varias quimioterapias.
Hemos sostenido algunas conversaciones y llegué a la conclusión de que, a pesar de que puedo sentir-con-ella, no puedo saber-realmente lo que solo ella está viviendo.
Vamos por la vida intentando ayudar, animar y también evitando la incomodidad de sentir lo que los demás experimentan cuando enfrentan desafíos, enfermedades, o pérdidas.
Lamentablemente nuestro intento por ayudar suele ser irresponsable, porque ofrecemos frases del tipo: “todo pasará”, “a otras les ha ido peor”, “pregúntate para qué y no por qué”, “todo pasa para bien”.
Mi amiga añade otras frases irresponsables: “Sos una guerrera y por eso vas a salir bien” o “sos fuerte y por eso te ha llegado esa prueba”, ¿en serio?
Me gustaría preguntarle a quienes se le ocurren ese tipo de frases cómo saben que eso es cierto, desde que lugar de superioridad saben que a una persona le llega una prueba porque es fuerte. Yo le creo a mi amiga que es quien está pasando –en este preciso momento– por el proceso, que está lidiando directamente con la enfermedad y lo que eso implica. Ella lo dice sabiamente: “Hay días en que yo no quiero ser fuerte y me da cólera saber que tengo que batallar algo tan difícil solo porque soy guerrera.”
Seamos honestas. En el momento exacto en el que estás pasando por la pérdida, el trauma o el duelo, el dolor es tan grande que no siempre estás lista para tener una visión elevada, espiritual o filosófica de lo que te sucede.
La persona que enfrenta una dificultad necesita que la escuchemos y que validemos su dolor. No necesita que lo arreglemos. Porque además, no podemos.
Parte del proceso es sentir la confusión, la tristeza o el enojo. Porque entender “para qué” nos sucedió algo llega con el tiempo, y a veces tarda años o no llega nunca.
Cuando lanzamos esas frases hechas a una persona que está en medio de una pérdida o una enfermedad o dificultad, en realidad estamos saliendo del paso y evitando-sentir-a-fondo. Sentir de verdad lo que la otra persona está viviendo en carne propia.
Sentir la frustración, la tristeza, la rabia de la pérdida, es incómodo. Y sin duda que lo es más para quién vive el hecho o padece la enfermedad.
Si de verdad queremos acompañar a una persona que atraviesa una dificultad, una enfermedad, necesitamos aprender a estar en la incomodidad de sentir. También aprender a estar presente y muchas veces en silencio, siendo únicamente testigo de la situación y de lo que sea que el otro está experimentando.
La persona que enfrenta una dificultad necesita que la escuchemos y que validemos su dolor. No necesita que lo arreglemos. Porque además, no podemos.