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Es noche de lunes y no sé acerca de qué escribir para mi nueva entrada del blog. De pronto pienso o más bien siento el bienestar que experimento cada semana al revisar mis últimos siete días de vida, algún nuevo libro, o algo que haya sucedido que pueda compartir con ustedes.

Así me he podido dar cuenta el bien que me hace escribir. Buscar el momento y el espacio adecuado. Tomar un lapicero y papel y empezar a delinear ideas o solamente permitir que las palabras fluyan.

Es como un impulso, una sensación. Luego, ordenar las ideas, contar las palabras y sentir que lo que escribo pueda poner un poco, sólo un poco, de luz en otros, pero sobre todo en mi vida. Eso me  motiva cada semana.

Mi psicóloga me pide que escriba siempre. Cada semana un resumen y al final de cada día. Un diario en donde plasmar sentimientos, emociones, experiencias, aprendizajes, dolores, e incluso disculpas por algo con lo que me sienta mal. Es una evaluación de aquellas cosas, situaciones o personas que marcan mi vida.

También me pide que escriba cartas dirigidas a las personas importantes de mi vida. Tal vez nunca se las entregue y seguramente otras se quemarán, pero todo el proceso de re-pensar y plasmar es sumamente sanador.

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Quiero compartirles algunos simples pasos que guían mi proceso para escribir.

–          Hacerlo principalmente para mí.

–          Sin preocuparme porque alguien más lo lea y lo juzgue.

–          Sin racionalizar. Respirar profundamente y dejar que el texto fluya como una ola.

–          Confiar en que lo que se expresa es lo que debe salir de mi  mente y de mis emociones.

La escritura, como la lectura, son grandes transformadores y grandes compañeros de vida! Los invito a Escribir…se la vida, un proceso mágico.